El género trans en las palabras

Palabras de género trans

Estos días se celebra el Día del Orgullo Gay, donde se conmemora el sentimiento de orgullo sobre las orientaciones sexuales y las identidades de género. Es un día para visibilizar su presencia en la sociedad. Las siglas LGTBI corresponden a lesbianas, gays, transgéneros (o transexualidad), bisexuales e intersexuales. Pero vamos a quedarnos con la transexualidad, porque no solamente es común en los humanos, también en las palabras y en la historia de la lengua.

Vamos a empezar diciendo que el género es gramatical, como un robot, que es de género masculino, o una motocicleta, es de género femenino. Eso queda claro. Y el sexo es una cuestión de identidad (un robot no tiene sexo pero sí género). Hay muchas palabras en español que han cambiado de género (de masculino a femenino o viceversa) a lo largo del tiempo. Y ese cambio puede ser de muchas maneras y por distintas circunstancias, pero siempre hay que tener presente que el género de una palabra puede variar a lo largo de la historia, es una opción del hablante más que de la naturaleza de la palabra.

Por ejemplo, hoy tenemos el calor (más usado en la lengua culta) y la calor (para algunos hablantes significa ‘calor extremo’). Pero hay otros ejemplos en los que no hace falta que cambie de significado, pues a lo largo de la historia del español, se han dado estos casos: la dolor, la sabor, la honor, la humor, la sudor o el serpiente.

Valle

Sigamos con el género en las palabras con otro ejemplo. La palabra valle fue femenina en latín y lo sigue siendo en catalán (la Vall d’ Aran), no ocurre lo mismo en español (el valle de Arán). Pero ¿cómo se originó ese cambió al castellano?, ¿en qué momento los hablantes decidieron tal cambio? Quizá se dio por analogía con la palabra monte (del latín MONS-MONTIS, masculino). Quizá el monte tuvo tanta atracción que decidió seducir a valle para llevarlo a su campo. Demasiadas incógnitas.

No obstante, antes de que valle cambiase de género, dejó algunos rastros de su pasado femenino dignos de cualquier novela de detectives. Pasemos a las pistas más sonadas.

En las localidades españolas llamadas Valbuena (donde se produce un apócope en la palabra valle, fenómeno que se da en palabras de mucho uso). Podemos hacer una lista del número de Valbuenas que hay en España: Valbuena de Duero (Valladolid), Valbuena de la Encomienda (León), Valbuena de Roblo (León), etc. Eso sin tener en cuenta el número de pueblos llamados Valbueno en Guadalajara y León.

Del griego

Lo sorprende de los géneros es que hay algunas palabras que pueden indicar que son femeninas, pero su artículo nos indica todo lo contrario. Es lo que ocurre con

el fantasma,

el reúma,

el problema,

el cisma,

el estigma,

el esquema,

el enigma,

el drama,

el lema.


Si os dais cuenta, todas terminan en -a y todas vienen del neutro griego.

El puente

La palabra puente tiene un recorrido bastante curioso, con un transgénero muy marcado. Echemos la vista atrás. En latín era masculino (PONS-PONTIS), cuyo nombre ha quedado en nombres de fundaciones, diccionarios, localidades o personas. Cuando pasó las castellano antiguo, lo hizo en femenino, y de nuevo al masculino en el español moderno.

En el castellano medieval, como he dicho, se decía la puente, al igual que ocurrió en el portugués o en algunos dialectos del italiano. En el siglo XVII se recobró el masculino, pero este transgénero fluctuó sobremanera hacia el femenino y el masculino. Hoy en día decimos el puente (masculino), pero en gallego y portugués lo encontramos en femenino, como ocurre con Pontevedra (PONTE VEDRA, ‘puente vieja’).

 

Ya veis, en la lengua todo es posible porque el lenguaje es un ente flexible. Puede que en un futuro se diga la orgullo o el agua. No, espera, que el agua ya se dice. Pero eso ya lo dejamos para otra ocasión. De momento, sintámonos un poco trans sabiendo que el cambio de género en las palabras puede surgir en cualquier momento, influidos por los medios de comunicación, por amigos o por zonas geográficas. Por cierto, esta información la he cogido del fabuloso libro de Pons Rodríguez, historiadora de la lengua en la Universidad de Sevilla. Sus obras llegan a muchos lectores por su lenguaje llano y cercano. Os la recomiendo, porque vais a aprender muchísimo.

 


Fuente:

-Lola Pons Rodríguez (2017), Una lengua muy muy larga, Barcelona: Arpa.

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