Alicia María Zorrilla, una correctora brillante con muy poca repercusión en España

Un corrector de textos tiene una máxima en su carrera: la formación constante. Por ello, hoy os traigo a una académica que en España pasa desapercibida, pero que en Argentina es toda una eminencia. ¿De quién estoy hablando? De Alicia María Zorrilla (Buenos Aires, 1948), una lingüista especializada en la normativa de la lengua española. Su currículum es extenso a la vez que de una utilidad fundamental para todos los profesionales de la corrección. Se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid, y se doctoró en la Universidad del Salvador. En la actualidad, es miembro de la Real Academia Española, de la Academia Argentina de Letras y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Además, ha recibido más de una veintena de distinciones en narrativa, ensayo y estudios lingüísticos. Como os podéis imaginar, su obra ha sido también muy extensa. Algunos ejemplos son:

      • Diccionario de los usos correctos del español, 1996.
      • Diccionario de preposiciones españolas. Norma y uso, 2002.
      • Hablar, escribir, traducir en español, 2003.
      • La estructura de las palabras en español, 2004.
      • Normativa lingüística española y corrección de textos, 2004.
      • Diccionario gramatical de la lengua española. La norma argentina, 2014.

 

En concreto, he tenido la oportunidad de leer ¿¡Por las dudas!? (Libros del Zorzal, 2022), que habla sobre la puntuación, gerundios, tiempos verbales o desaciertos gramaticales; y en un apartado desgrana los peligros de la corrección intuitiva con ejemplos incluidos sobre las prácticas que no debe cometer un corrector serio.

Pero por muy serios que seamos en nuestro trabajo, no hacemos milagros. Tenemos que tener conocimientos y una formación continua. Y esa formación nos sirve para fundamentar lo que corregimos. Sin métodos intuitivos de por medio.

Somos más que buscadores de erratas, ¿por qué? Porque una errata la puede encontrar cualquier persona con un mínimo de preparación, incluso Word te subraya en rojo o en azul lo que puede resultar sospechoso desde el punto de vista ortográfico o gramatical. Así que sí, localizamos erratas, pero no solo eso. Nuestro trabajo es mucho más, ya que la gramática, la sintaxis o el léxico pasan por nuestro ojo para que la novela quede pulida y sin errores. Y está claro que no somos máquinas, pero tenemos valiosos trucos para entregar al autor un texto con calidad:

      • Debemos conocer las normas de la RAE y estar al tanto de las novedades, manejar la web y los distintos diccionarios que hay.
      • Tenemos que consultar a los expertos. Yo suelo preguntarle mucho a la Fundéu. Creo que, cuando ven mi nombre en el correo, salta la alarma de «código rojo, ¡a cubierto!».
      • Debemos de tener inquietud por todos los aspectos de la lengua, leer, documentarse. Saber de gramática y sus entresijos.
      • Y dudar de lo escrito y buscar si es correcto.

 

Sobre estos aspectos habla Zorrilla en ¿¡Por las dudas!?, de Zorrilla. Además, he sacado algunas frases míticas de este libro. Yo que vosotros haría una votación de las mejores, porque ninguna de ellas tiene desperdicio, y son aptas para hacer un club de corrección (o de vino, un buen queso y corrección, eso ya lo dejo a vuestra elección) solo por leerlas en voz alta. Allá van:

    1. «El corrector profesional escudriña los textos buscando errores, no desconoce qué debe hacer y sabe dialogar respetuosamente con aquellos para que su trabajo no exceda los límites de la prudencia».
    2. «Hay una batalla entre los conocimientos lingüísticos y las dudas».
    3. «La corrección intuitiva se opone a toda formación académica, pues no se plantea la existencia de normas que rigen la recta escritura. Es hija de me suena mejor, me parece que es así, está bien así, es una corazonada».
    4. «Al presunto corrector no le mortifican las dudas, no le duelen; crea pseudonormas y, sobre la base de estas, pergeña su trabajo (…), nunca se siente enredado por las palabras, nunca se compromete con ellas».
    5. «El corrector intuitivo no corrige, adivina, presiente, tantea; juega con el texto y hasta con la inocencia del lector».
    6. «Algunos autores le temen al corrector y le piden que no repare demasiado en sus equivocaciones. No pocos confiesan con desazón que, alguna vez, han tenido que dejar pasar los errores de gran porte porque el cliente se sentía juzgado».
    7. «Los conocimientos que necesita un corrector para realizar con pericia su tarea nunca acaban».
    8. «Corregir no significa remendar un texto o hacerle cirugía plástica para empeorarlo, sino tratarlo con esmero, con extremado cuidado, con responsable precisión».
    9. «Cuando se brinda un «servicio de corrección de textos» se asegura al cliente, autor del trabajo, atender, cuidar, ser esclavo de la obra, es decir, preservarla mediante la pericia, que es conocimiento, práctica y experiencia».
    10. «No entramos animosamente buscando errores; estos nos buscan, nos persiguen y, finalmente, nos encuentran y se abalanzan sobre nosotros, y nosotros sobre ellos».
    11. «Corregir no consiste en leer de manera oblicua, casi frívola, y en destruir, si se descubren, los errores enquistados en cada página, sino en reflexionar el porqué de esas equivocaciones».
    12. «Todos esos correctores responsables que se consagran por amor y por respeto a una profesión tan grande, tan difícil y, a veces, tan infravalorada, merecen nuestra admiración, nuestro abrazo entrañable de agradecimiento».

Hoy en día, si queremos alguna obra suya, tenemos que recurrir a Amazon, pues allí se encuentra parte de su bibliografía publicada por la editorial argentina Libros del Zorzal. Todavía no hay ninguna editorial española que la haya publicado. Y creedme si os digo que hay un gran filón, queridos míos.

Por último, me despido con la frase que más me ha gustado. Va dirigida al traductor, al corrector y al autor. Es algo que yo les suelo decir mucho a los escritores que pretenden sacar su novela en un mes: «Sin prisa, sin ansiedad, con equilibrio, hay que entregarse a la obra desde el silencio».

Y ahora, en silencio me despido, no vaya a ser que esta humilde publicación caiga en manos de Alicia María Zorrilla y me saque más fallos que palabras tiene el texto.

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