He aquí el oficio del corrector, un trabajo que, según el Diccionario, alude a una persona que se dedica a corregir las pruebas. Esta es la parte abreviada, porque la parte extensa oculta una red laboral muy poco conocida por el viandante o, si afinamos, por el lector o asiduo visitante a librerías y bibliotecas.
Nosotros siempre hemos estado ahí, detrás del libro, del periódico o de cualquier texto escrito tanto en papel como en digital, quitando el ruido de fondo, corrigiendo las faltas y las erratas, afinando la gramática y la sintaxis, dándole sentido al texto y a cualquier error del escritor, con el fin de que el texto estuviese limpio y preparado para leer. Esta es la tarea principal del corrector. Nos fijamos en cursivas, comillas, puntos, acentos, pies de imágenes o subordinadas. Y ello tiene que pasar por varios controles de calidad. Si trabajas en una editorial, habrá más de un corrector (corrector de estilo, corrector ortotipográfico y corrector de pruebas), y si trabajas por cuenta ajena, es muy posible que realices al menos dos tipos de corrección. Un corrector siempre tiene que estar buscando, indagando, dudando de cada partícula que lee en el texto.
Es cierto que nuestra labor cada vez es más conocida, sobre todo ahora que hay más escritores que publican en Amazon o en otras plataformas afines, y se han visto obligados a necesitar los servicios de un corrector. Y esto no quiere decir que el escritor sea malo, al revés. Me explico, hay reglas básicas que todo escritor debe conocer, pero no se le puede pedir que sepa al dedillo las normas de las comillas, cursivas o qué preposición adecuada es la que debe ir después del verbo constituir, por ejemplo, ¿constituido por o constituido de?
Una vez leí en Facebook, en concreto en mi página La boca del libro, en un tono no muy halagador, que ahora hay que corregir a los «escritores» (sí, escritores estaba entrecomillado). Y esto se confunde muchas veces, ya que son profesiones distintas. La tarea de un arquitecto no es construir una casa, sino encargarse de los planos y del diseño; y la del albañil es trabajar con los materiales y alzar la casa. Pero arquitecto y albañil deben compenetrarse, lo mismo pasa con corrector y escritor. El uno necesita del otro para que el resultado sea el óptimo. ¿Os pensáis que los escritores no cometen faltas de ortografía y que no miran nunca el diccionario? Claro que sí. Yo, por ejemplo, miro a diario palabras con acentos que me pueden llegar a confundir. Un dato, García Márquez no era muy bueno con la ortografía, y sus novelas pasaban por una media de cuatro correctores.
Podría parecer un acto heroico el hecho de estar detrás de las publicaciones, casi con un antifaz puesto, y saber que esa misma publicación se vende como churros en nuestro país, desde un periódico hasta el último best seller del momento. Es más, podría atreverme a asegurar que sin nuestra labor, ciertas editoriales no hubieran estado en las altas cumbres del sector editorial español. Pero la verdad es también otra.
La verdad es que los correctores somos invisibles, tengo amigos que nunca han oído hablar de nuestra labor, y preguntan extrañados a qué nos dedicamos exactamente. Y el problema de la invisibilidad, si a eso se le puede denominar problema, es que no aparecemos en la cubierta del libro, ni siquiera en las páginas legales. Los traductores, por ejemplo, pueden estar orgullosos de ver su nombre en las cubiertas, pueden optar a esa posibilidad, pero el nombre del corrector nunca aparecerá allí. Y pocas son las editoriales que añaden este nombre en las páginas de créditos al libro que acaban de editar. ¿Cito una que lo hace? La editorial Impedimenta, por ejemplo. Y muy orgullosos de ello que estamos. Venga, os animo a abrir los libros que tenéis en casa y ver si en las páginas de créditos aparece el corrector. Diez puntos extra para la persona que lo encuentre.
Retomando la idea de la poca aparición pública que tenemos, creo que la invisibilidad forma parte de nuestro trabajo, y esto también se ha convertido en un debate. El escritor ha parido un texto, y tal y como lo ha hecho, así es como llega al lector (esta idea es muy normal en muchas editoriales). ¿El corrector debe pasar de puntillas por el texto sin que nadie lo note, incluso rozando la palabra tabú?, ¿o debe hacerse notar para dar normalidad a nuestro trabajo? Unos están a favor de que así sea, y otros se oponen, simple y llanamente porque es MENTIRA. El color rojo ha estado presente en centenares de best sellers de nuestro país. No os engañéis. No obstante, debemos marcharnos lejos cuando se habla de promociones, charlas o firmas de libros. Esa no es nuestra labor, y no os engañéis, ningún escritor mencionará nuestro nombre. Para algunos está estigmatizado en un «necesito a un corrector porque tengo faltas de ortografía», «necesito que me corrijan y eso que soy escritor». Por ello, quizá se acepten más las palabras asesor lingüístico. Todo esto lo resume muy bien Antonio Martín (en el artículo de Archiletras, 26/2/2019):
Corrector: su nombre toca sin querer el orgullo de quien los necesita.
Así es nuestra profesión, invisibles fuera del sector y, cuando se nos contrata, hay que permanecer a la sombra. Para más inri, los sueldos no son los que deberían ser, sí, hay autónomos, pero se mueve más dinero negro (de hecho, según los datos de Unico del 2015, solo el 3 % trabaja como autónomo). Hay que pedir mejores condiciones laborales. El precio de las correcciones ha bajado, incluso ahora se cobra lo mismo que hace años. Por ello, muchos (más mujeres que hombres) tienen otros trabajos, y en sus ratos libres se dedican al noble arte de la corrección. Y no todos han llegado a esta profesión de la misma forma. Yo me licencié en Filología Hispánica, y parece lo más evidente para terminar en el mundo de la corrección, de hecho, lo hace un 56 % de los correctores, según datos de Unico. Pero aquí también terminan ingenieros, médicos o economistas. Y, por supuesto, es una opción más que válida. Pueden especializarse como correctores de contenido en temas que otros no saben. ¿Dónde pueden hacerlo? Uno de los centros más prestigiosos de España es Cálamo & Cran, con sede en Madrid, aunque también existe la posibilidad de hacer el curso a distancia.
Pese a alguna plataforma como Unico (Asociación profesional de correctores de textos y asesores lingüísticos) o Cálamo & Cran, se habla muy poco de la corrección. Como decía anteriormente, muchos lectores desconocen esta figura. Cuando vemos que un libro tiene faltas de ortografía, le echamos la culpa al maquetador, al editor o al traductor, pero en última instancia al corrector (en algo tenemos ventaja). Aunque este, en ocasiones, ni existe en editoriales que no se quieren gastar o no quieren invertir lo que deberían. Y lo mismo ocurre cuando una corrección es brillante. No se dice «es una corrección magnífica». Es más, en el último en quien se piensa es en el corrector. No, parece que el editor, él solito, lo ha hecho todo. Ojo, que yo también peco en eso cuando hablo de las películas. No todo es obra del director.
Y sí, somos necesarios. Seguro que os suena haber escuchado en las noticias la cantidad de faltas que ha habido en ciertos exámenes de oposición (bomberos, profesores, guardias civiles). Imaginad si a una de esas personas que se han presentado al examen le da por escribir un libro. Por otra parte, seguro que también habéis sido testigo de faltas de ortografía y errores gramaticales en carteles publicitarios, en revistas o en documentos administrativos. Y no, el autocorrector de Word no es la panacea. Word no ha estudiado las normas y estilo del español peninsular. Te sorprendería saber cómo trabaja un corrector, y os aseguro que nada tiene que ver con hacer simples subrayados en rojo y azul en el papel. Contraten a más correctores en su vida, denles unas condiciones dignas y la calidad del producto final será la que los lectores siempre soñaron.
WEBS AMIGAS
UNICO: Asociación profesional de correctores de textos y asesores lingüísticos.
FUNDÉU: Fundación del español urgente.
ARCHILETRAS: Medio global y panhispánico, impreso y digital, en torno a la lengua española. Les dejo este artículo que habla sobre la corrección: «Por ‘fabor’, no disparen sobre la pobre correctora».
CÁLAMO & CRAN: Cursos para traductores, correctores y editores.
4 Comentarios. Dejar nuevo
Tienes toda la razón , un corrector es muy importante en nuestro trabajo, lo hace mejorar y corrige nuestras faltas, que por mucho que miremos siempre hacemos, o tenemos despistes. Gracias a ellos la literatura es mejor.
Así es, Carmen, las faltas las cometemos todos en ciertos contextos. Es inevitable y nos somos perfectos. Cuando un escritor quiere corregir su obra, es mejor que la deje respirar un poco y luego vuelva a ella, porque no se pueden detectar todos los errores. En cualquier caso, habría que contactar con los servicios de un corrector.
Un saludo, Carmen.
Cuando tenga suficiente dinero, te buscaré para que me des una mano, porque yo tengo varios libros, que necesitan la pulida de alguien con un talento, distinto al mío. Yo aprecio mucho a las personas que me corrigen, me gusta aprender, me hace sentirme grande, pero no puedes saberlo todo, de nada.
¡Cuento con ello, Victoria :)! Por aquí estaré para cuando me necesites, pero ya sabes que, sin compromiso, puedo darte presupuesto y corregirte dos páginas, así sabes cómo trabajo y cuánto dinero te puedes gastar.
Un saludo grande y ánimo con esos libros.